Es «como si no existiéramos», lamenta Laurence Briens, una de las miles de personas que protestaron este jueves contra la impopular reforma de las pensiones del presidente liberal Emmanuel Macron, a quien los sindicatos acusan de querer incendiar las calles.
Los sindicatos llamaron a una novena jornada de huelga y manifestación, la primera desde que Macron adoptara por decreto hace una semana el endurecimiento de las reglas para cobrar una pensión completa, aumentando la tensión social.
Ante el temor de perder la votación en el Parlamento, el gobierno decidió adoptar sin el voto de los diputados el retraso de la edad jubilación de 62 a 64 años para 2030 y el aumento de la cotización a 43 años, y no 42 como ahora, para 2027.
«Estoy muy cabreada», «nos han tratado como niños», asegura Briens, en París. Esta logopeda de 61 años decidió manifestarse después de escuchar la esperada entrevista de Macron el miércoles: «Era como si no existiéramos, como si no nos escuchara».
El mandatario dijo asumir la «impopularidad» de una reforma que quiere ver aplicada «para finales de año» por el «interés general», y cargó contra los sindicatos, la oposición y contra los manifestantes más radicales, que comparó con «sediciosos».
El líder del sindicato CGT, Philippe Martinez, lo acusó de «echar un bidón de gasolina al fuego», máxime cuando desde hace una semana, varias ciudades registran protestas no declaradas marcadas por la quema de contenedores y acusaciones de violencia policial.
Laurent Berger, líder de principal sindicato francés, CFDT, llamó a «acciones no violentas» para mantener el apoyo de la opinión pública, mayoritariamente favorable a las protestas y contraria a la reforma.
Los sindicatos son la punta de lanza desde enero de la contestación y el 7 de marzo lograron movilizar entre 1.28 millones y 3.5 millones de personas -según cifras de la policía y los organizadores respectivamente- en las protestas más grandes contra una reforma social en tres décadas.
El miércoles recibieron un espaldarazo de unos 300 profesionales de la cultura, entre ellos las actrices Juliette Binoche y Camille Cottin, que en una tribuna publicada en el diario Libération pidieron la retirada de una reforma «injusta».
Pero la manifestación de este jueves es la primera desde que Macron impuso su plan por decreto y se anuncia crucial para saber si serán capaces de mantener viva la movilización contra una reforma, que espera el visto bueno final del Consejo Constitucional.
La policía prevé «entre 600 mil y 800 mil personas en unas 320 acciones».
«¿Cómo enseñar la democracia?»
Como símbolo del ambiente reinante, en la manifestación de París resuena la canción «Motivés» del grupo Zebda, cuya estrofa reza: «Motivados, motivados, hay que seguir motivados». Las pancartas contra la reforma de las primeras marchas dieron paso a las críticas a Macron.
Cédric Nothias, un profesor de secundaria de 46 años, porta una pancarta con la pregunta: «¿Cómo enseñar la democracia cuando Macron la pisotea?». «Debo enseñar que Francia es una república democrática», algo «difícil» porque «en la práctica no se respeta», lamenta.
La saga de la reforma de las pensiones entró en una fase de desgaste, con un gobierno inflexible y ansioso de dejar atrás el conflicto social y una oposición -política, sindical y popular- dispuesta a mantener el pulso e, incluso, a endurecerlo.
Las huelgas provocaron fuertes perturbaciones este jueves en el transporte público de París y la anulación de la mitad de trenes de alta velocidad, el cierre de escuelas, el bloqueo de liceos y universidades, y el cierre de monumentos como la Torre Eiffel.
Ante los bloqueos desde hace días en depósitos y refinerías, el gobierno ordenó la vuelta al trabajo de algunos huelguistas para paliar la falta de combustible en 15 por ciento de gasolineras y la «crítica» situación del suministro de queroseno en los aeropuertos de París.
París sigue con miles de toneladas de basura acumuladas en las calles, días antes de la llegada del rey Carlos III que mantuvo su viaje a Francia, los cortes puntuales de carreteras y el bloqueo de puertos se propagan, entre otras acciones.
Tras la movilización de este jueves, el gobierno espera que la movilización «decaiga» y todo vuelva a la normalidad «el fin de semana». Los sindicatos no tiran la toalla y decidirán en la noche los próximos pasos.